Hay días que me levanto con cientos de pensamientos en la cabeza a cual más inspirador, y luego me siento y nada... Hay dias que me levanto sin nada y es sentarme y lleno páginas y páginas sin parar.
Tengo días de todos los colores. Hay días que me siento frente al mar pero también los hay que me siento de espaldas, y según me siento, me siento ....
Hay días sin color, otros que los colores básicos llenan mi realidad, los blancos son muy blancos y los negros mu negros, pero otros amanezco con el alma irisada que hasta los grises son tornasolados, esos son los que más me gustan, esos días no necesito estar en Venezuela, ni en el Amazonas para ver las cien tonalidades del verde, porque esos días siento los colores y los mezclo infinitamente por dentro....
Total que hoy como ya hace varios días, toca sacar los relatos del baúl de los recuerdos, y creo que este también es el 2003.
EL RECIBO DEL AGUA
EL RECIBO DEL AGUA
Odio las
colas, supongo que como le ocurre al resto de los mortales, pero odio
especialmente las colas como la de hoy. Primero porque ya vengo bastante
cabreada de antemano por lo de la dichosa cartita, sí, esa que te mandan con
todo tipo de amenazas, que en resumen te notifican claramente que o pagas o te
cortan el agua. No me importaría tanto si al menos hubiera recibido la factura
y hubiera decidido voluntariamente retrasar un poquito el pago de la susodicha
(cosa que debo confesar he hecho infinidad de veces). Pero esta vez no ha sido
voluntario, tenía intención de ser buenísima y pagarlo todo al momento, pero no
he tenido oportunidad, y he recibido directamente el aviso y tarde por el
problema de Correos que siempre tiene fechas significativas como excusa para
perder tu correspondencia en el momento menos oportuno o retrasarla porque es
Navidad y, ya se sabe, las postales navideñas, o es época de vacaciones, y ya
se sabe, las postalitas a los familiares y amigos para matarlos de envidia, o
son elecciones y ya se sabe... En fin, que como “ya se sabe” para que vamos a
pelearnos.
Para colmo no
me acosté por miedo a dormirme y no llegar a tiempo a las oficinas de tan digna
administración y acabar pidiéndole a la vecina que me deje hacer mis
necesidades en su casa, y ya de paso dejarle mi colada y mis platos para que
los friegue (ya puestos hay que echarle morro). Tengo que aclarar que aunque no
soy la reina del equilibrio y la sensatez tampoco estoy loca ni soy una
esquizofrénica sin despertador, simplemente trabajo de noche en un bar musical
y suelo acostarme a las 7 de la mañana,
lo cual hace muy improbable que me levante antes del mediodía y si tenemos en
cuenta lo dormilona que soy, seguramente me hubiera despertado, como siempre,
con la clase de aeróbic de las 6 de la tarde del gimnasio de abajo.
Pero, por supuesto, aún hay más, por
vigésimo año consecutivo el barrio entero está boca arriba porque la manía
persecutoria de todos los alcaldes de éste mi estupendo pueblo es hacer obras y
más obras, como si en vez de alcaldes fueran artistas frustrados. Como narices
piensan que vamos a sobrevivir en un pueblo de asfalto, sin asfalto. Mi coche
no es precisamente un 4X4, más bien tiene una tiradilla a motocicleta de cuatro
ruedas recubierta de carrocería, he dado veintidós vueltas rodeando la plaza
del repartidor intentando aparcar (ingenua, ingenua, ingenua) y finalmente en
un estado totalmente demencial y tarareando la canción de Celia Cruz “A lo
loco” me he metido contra dirección en la calle donde se halla la oficina del
infierno inundado, y lo he dejado en medio de la calle, total, la calle está totalmente intransitable.
Al entrar me
ha dado un no se qué al ver tanta cola, le he preguntado al barrigón con
halitosis (no sabía lo de la halitosis hasta que le he preguntado, si no, le
hubiera preguntado a cualquier otro, está claro) si era el último para pagar y
me ha dado una alegría (y un mareo) cuando me ha dicho – No mujé, pa pagá e eza ventardilla qui no hay naide.
Esto no puede
ser verdad, no me puede estar pasando a mi, la master de las leyes de Murphy,
La ventanilla está vacía, cierto, demasiado vacía diría yo. Y ¿SE PUEDE SABER DONDE ESTÁ EL SEÑOR O
SEÑORITA QUE SE SUPONE DEBE ESTAR DETRÁS DE LA DICHOSA VENTARDILLAAAA??
Según mis averiguaciones descubro que está desayunando pero que no me preocupe,
ya no puede tardar mucho porque ya hace casi 30 minutos que salió. Todo me
empieza a dar vueltas. El hombre no aparece. Los primeros diez minutos no están
mal del todo, me dedico a analizar la España profunda que me rodea y tengo
hasta un espasmo muscular. El primero de la cola es realmente sorprendente, no
le quedan más que tres dientes, y no cuenta más de treinta años aunque su edad
es incalculable por lo castigado de su rostro, no debe llegar ni a los cuarenta
kilos de los cuales veinte deben ser de caballo y los otros tantos
repartiditos, cinco kilitos de dolor, otros cinco de resignación, unos cuantos
de amnesia y nulidad y el resto de ropa y piedras para no salir volando, porque
hoy hace un viento que no te susurra, más bien intenta arrancarte las orejas (y
las mías con lo despegaditas que están).
Detrás hay un coreano o chino (nunca
puedo distinguirlos, lo cual dice mucho de mi persona soy tan antixenofóbica
que no puedo ni hacer distinción de razas), está un poco nervioso, a lo mejor
trabaja en un resturán (chino, claro) y llega tarde para preparar los rollitos
de primavera, o quizás le pone nervioso el “Tres dientes” por aquello de que se
gire y le pida todos los dinelos que lleve en la caltela. En los bancos de la
pared hay sentadas lo que supongo son madre e hija. La madre histérica cambia
todos los artículos de un bolso nuevo a otro más nuevo todavía frente a la cara
incrédula y avergonzada de su hija que no para de repiquetear con sus dientes
de hierro. – Mamá quiedes haced el favod
de dadte pdriza, qué te dez pdrisa, joé! No podiaz ezperad ha llegad a caza
pada eztdrenadlo? A mi izquierda ha quedado el barrigón con halitosis que
por si no fuera suficiente lo de su problemilla, no tiene ningún reparo en hurgarse
la nariz en busca de nuevos tesoros que lanzar al techo para no dejarse hundir
por el tedio de la curiosa cola. Y no podía faltar a mi derecha el ancianete
con Parkinson, de cuya enfermedad empiezo a dudar al quinto manotazo que se le
escapa a mi fofa nalga, la verdad es que es una situación embarazosa, su mujer
está al otro lado del “Parkin” y la verdad realmente no se si montar un pollo,
porqué ¡Vergüenza tendría que darle con su mujer al lado! O simplemente
entender que el hombre realmente no puede evitarlo. Tengo serias dudas, si me
aparto para huir del radio de acción de su descontrolado miembro (su brazo,
entendámonos) entonces quedaré peligrosamente adosada al señor “Halitosis” a
moco tendido (porque mocos ya ha tendido unos cuantos). Dios! y el hombre
ventanilla sin aparecer.
Finalmente he
decidido sentarme al lado de la madre y su retoño a pesar de que puede que me
arriesgue a quedarme profundamente dormida con el rechinar continuo de sus
hierritos dentales.
Entra una
señora muy aquejada de varices con una botella de coca-cola de las que ya no se
fabrican, de esas de litro de cristal y sin decir ni buenos días se lía a
botellazos con “Halitosis”. Esto promete. La mujer de “Parkin”, debido al susto
deja un charco en el suelo con el que resbala Chu-Lin al intentar dirigirse al
rescate del barrigón atacado. Si sabía artes marciales no va a practicarlas
durante una temporadita, porque la caída ha sido espectacular, y la posición en
la que ha quedado no se atrevería a pintarlo ni Picasso en sus mejores tiempos.
Tres dientes aprovecha la confusión para salir corriendo con el bolso de la madre
que está sentada cerca de mi (y yo preocupada pensando que me iba a quedar
frita). La mujer grita, como no, -¡AL
LADRÓN!, y su hija le repiquetea con su cara avergonzada
e incrédula – Mamá quiedes haced el
favod, pedo zi ez el bolzo viejo que eztá vacío, qué máz te da?. Al levantarse la niña uno se da cuenta de
que no es tan niña, lleva bambas con plataforma y va vestida tipo
garrula-moderna, y con el ombliguito al aire y “Parki” ya no controla ninguno
de sus miembros (y digo bien, ninguno). Tres dientes el más desgraciado de los
hombres, se da de bruces en la puerta con un hombre bajito con unos mofletes
rojísimos, por un momento pensé que los tenía rojos del susto o quizás de la
caída o de la vergüenza de encontrarse de pronto tan ridículo tirado en el
suelo, pero no amigos míos, sus mofletes están rojos porque es el hombre
ventanilla, y dado el tiempo transcurrido desde que salió a desayunar deduzco
que ha tenido que zamparse unos cuantos bollos y a saber cuantas botellas de
vino. Tres dientes desde luego no es un tipo con suerte, sale corriendo con el
bolso equivocado y se topa con el hombre ventanilla, aunque no le impide de
todos modos darse a la fuga, seguido por madre y niña, “Halitosis” y Variz
asesina y por último “Parkin” e Incontinencia. El que no se ha movido un ápice
es Chu-lin que el pobre no ha dicho ni Agrrrrrrr (claro que con tantas erres es
normal que haya preferido no quejarse). Yo no se qué hacer, aunque no me voy a
ir dejando al pobre chino coreano ahí tirado. Todos los empleados de la oficina
han salido de sus escondiditos despachos, están petrificados. Les pego un grito
que ni me reconozco – QUERÉIS LLAMAR A UNA AMBULANCIA SO
INÚTILES!!! QUÉ NO VEIS QUE EL POBRE HOMBRE ESTÁ DESCUAJARINGAO?!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario