Vistas de página en total

martes, 3 de mayo de 2016

¿Porqué lloras?

¿Porqué lloras? No lo entiendo Silvia, deberías estar contenta. Podrás dedicarte a tus hijas, podrás escribir, por fin. Tendrás todo el tiempo del mundo para dedicarte a lo que más te apetezca. Llevo 20 años en la profesión y ya lo he visto todo, pero tu.... Hay gente que ha venido aquí cojeando y luego al salir se olvidaron de su cojera, han venido muchos con mucha cara y pocos motivos reales, y tu, que tienes todos los motivos del mundo y encima el agravante de ser madre soltera, no quieres la baja permanente? Es la tercera vez que vienes y con tu historial médico, no puedo darte el alta, entiéndelo. Lo siento.
- Es que a mi hija le gustaba muchísimo su trabajo.
Mi madre miraba a la inspectora con los ojos vidriosos, no quería llorar delante mío, no como yo que ya no me importaba llorar delante de quien fuera, de hecho últimamente tenía la costumbre de soltar la lágrima cada dos por tres.
- Lo pasaba bien, la verdad, y encima había muy buen ambiente entre los compañeros. La llamaban Dori, como el pez de Buscando a Nemo, siempre ha sido muy desmemoriada y simpática, siempre le arrancaba sonrisas a todo el mundo. Le cantaban la posición del aeronave a aparcar y ella lo aparcaba en otro lugar. Pero no era por rebeldía sinó por falta de memoria. Y en la torre de control siempre se referían a ella como Dori, yo creo que había más gente que la conocía por ese nombre que por el suyo propio, incluso muchos pilotos al llegar al aeropuerto hacían chistes sobre dónde los iba a colocar esta vez Dori,. No se, tenía esa capacidad, pero ahora... se le había derrumbado todo su mundo.
Mientras bajaba las persianas miró por última vez a través del cristal a ese mar que la acompañó esos dos años, que le susurró mientras ella buscaba inspiración en su vaivén, y ahora tenía que abandonarlo todo, las niñas ya no irían al colegio de la misma calle, ni al parque frente al mar, y las niñas echarían de menos la piscina comunitaria, todo era tan fácil allí. Creyó que ya lo tenía todo, sus hijas estaban felices, tenian el mar en servicio permanente, todo para ellas. Las tardes de otoño que bajaban a la playa, risas de un frescor inimaginable, el color del atardecer, todo era de un perfecto que era irremediable que se rompiera en algún punto y fue en ese, precisamente en ese punto donde no cabia más felicidad, ni más abundancia, ni más amor y ya no se podía avanzar más, supongo.