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martes, 2 de septiembre de 2014

EL RECIBO DEL AGUA

Me encantan los días que cómo hoy me he levantado sabiendo que me iba a sentar a escribir, pero me he sentado y todo se esfuma entre mis dedos neuronales y caprichosos. Como el teclado del ordenador que hoy ha decidido que no tuviera ratón.... hay días y días.
Hay días que me levanto con cientos de pensamientos en la cabeza a cual más inspirador, y luego me siento y nada... Hay dias que me levanto sin nada y es sentarme y lleno páginas y páginas sin parar.
Tengo días de todos los colores. Hay días que me siento frente al mar pero también los hay que me siento de espaldas, y según me siento, me siento ....
Hay días sin color, otros que los colores básicos llenan mi realidad, los blancos son muy blancos y los negros mu negros, pero otros amanezco con el alma irisada que hasta los grises son tornasolados, esos son los que más me gustan, esos días no necesito estar en Venezuela, ni en el Amazonas para ver las cien tonalidades del verde, porque esos días siento los colores y los mezclo infinitamente por dentro....
Total que hoy como ya hace varios días, toca sacar los relatos del baúl de los recuerdos, y creo que este también es el 2003.


EL RECIBO DEL AGUA


Odio las colas, supongo que como le ocurre al resto de los mortales, pero odio especialmente las colas como la de hoy. Primero porque ya vengo bastante cabreada de antemano por lo de la dichosa cartita, sí, esa que te mandan con todo tipo de amenazas, que en resumen te notifican claramente que o pagas o te cortan el agua. No me importaría tanto si al menos hubiera recibido la factura y hubiera decidido voluntariamente retrasar un poquito el pago de la susodicha (cosa que debo confesar he hecho infinidad de veces). Pero esta vez no ha sido voluntario, tenía intención de ser buenísima y pagarlo todo al momento, pero no he tenido oportunidad, y he recibido directamente el aviso y tarde por el problema de Correos que siempre tiene fechas significativas como excusa para perder tu correspondencia en el momento menos oportuno o retrasarla porque es Navidad y, ya se sabe, las postales navideñas, o es época de vacaciones, y ya se sabe, las postalitas a los familiares y amigos para matarlos de envidia, o son elecciones y ya se sabe... En fin, que como “ya se sabe” para que vamos a pelearnos.

Para colmo no me acosté por miedo a dormirme y no llegar a tiempo a las oficinas de tan digna administración y acabar pidiéndole a la vecina que me deje hacer mis necesidades en su casa, y ya de paso dejarle mi colada y mis platos para que los friegue (ya puestos hay que echarle morro). Tengo que aclarar que aunque no soy la reina del equilibrio y la sensatez tampoco estoy loca ni soy una esquizofrénica sin despertador, simplemente trabajo de noche en un bar musical y  suelo acostarme a las 7 de la mañana, lo cual hace muy improbable que me levante antes del mediodía y si tenemos en cuenta lo dormilona que soy, seguramente me hubiera despertado, como siempre, con la clase de aeróbic de las 6 de la tarde del gimnasio de abajo.

Pero, por supuesto, aún hay más, por vigésimo año consecutivo el barrio entero está boca arriba porque la manía persecutoria de todos los alcaldes de éste mi estupendo pueblo es hacer obras y más obras, como si en vez de alcaldes fueran artistas frustrados. Como narices piensan que vamos a sobrevivir en un pueblo de asfalto, sin asfalto. Mi coche no es precisamente un 4X4, más bien tiene una tiradilla a motocicleta de cuatro ruedas recubierta de carrocería, he dado veintidós vueltas rodeando la plaza del repartidor intentando aparcar (ingenua, ingenua, ingenua) y finalmente en un estado totalmente demencial y tarareando la canción de Celia Cruz “A lo loco” me he metido contra dirección en la calle donde se halla la oficina del infierno inundado, y lo he dejado en medio de la calle, total,  la calle está totalmente intransitable.

Al entrar me ha dado un no se qué al ver tanta cola, le he preguntado al barrigón con halitosis (no sabía lo de la halitosis hasta que le he preguntado, si no, le hubiera preguntado a cualquier otro, está claro) si era el último para pagar y me ha dado una alegría (y un mareo) cuando me ha dicho – No mujé, pa pagá e eza ventardilla qui no hay naide.

Esto no puede ser verdad, no me puede estar pasando a mi, la master de las leyes de Murphy, La ventanilla está vacía, cierto, demasiado vacía diría yo. Y ¿SE PUEDE SABER DONDE ESTÁ EL SEÑOR O SEÑORITA QUE SE SUPONE DEBE ESTAR DETRÁS DE LA DICHOSA VENTARDILLAAAA?? Según mis averiguaciones descubro que está desayunando pero que no me preocupe, ya no puede tardar mucho porque ya hace casi 30 minutos que salió. Todo me empieza a dar vueltas. El hombre no aparece. Los primeros diez minutos no están mal del todo, me dedico a analizar la España profunda que me rodea y tengo hasta un espasmo muscular. El primero de la cola es realmente sorprendente, no le quedan más que tres dientes, y no cuenta más de treinta años aunque su edad es incalculable por lo castigado de su rostro, no debe llegar ni a los cuarenta kilos de los cuales veinte deben ser de caballo y los otros tantos repartiditos, cinco kilitos de dolor, otros cinco de resignación, unos cuantos de amnesia y nulidad y el resto de ropa y piedras para no salir volando, porque hoy hace un viento que no te susurra, más bien intenta arrancarte las orejas (y las mías con lo despegaditas que están).

Detrás hay un coreano o chino (nunca puedo distinguirlos, lo cual dice mucho de mi persona soy tan antixenofóbica que no puedo ni hacer distinción de razas), está un poco nervioso, a lo mejor trabaja en un resturán (chino, claro) y llega tarde para preparar los rollitos de primavera, o quizás le pone nervioso el “Tres dientes” por aquello de que se gire y le pida todos los dinelos que lleve en la caltela. En los bancos de la pared hay sentadas lo que supongo son madre e hija. La madre histérica cambia todos los artículos de un bolso nuevo a otro más nuevo todavía frente a la cara incrédula y avergonzada de su hija que no para de repiquetear con sus dientes de hierro. – Mamá quiedes haced el favod de dadte pdriza, qué te dez pdrisa, joé! No podiaz ezperad ha llegad a caza pada eztdrenadlo? A mi izquierda ha quedado el barrigón con halitosis que por si no fuera suficiente lo de su problemilla, no tiene ningún reparo en hurgarse la nariz en busca de nuevos tesoros que lanzar al techo para no dejarse hundir por el tedio de la curiosa cola. Y no podía faltar a mi derecha el ancianete con Parkinson, de cuya enfermedad empiezo a dudar al quinto manotazo que se le escapa a mi fofa nalga, la verdad es que es una situación embarazosa, su mujer está al otro lado del “Parkin” y la verdad realmente no se si montar un pollo, porqué ¡Vergüenza tendría que darle con su mujer al lado! O simplemente entender que el hombre realmente no puede evitarlo. Tengo serias dudas, si me aparto para huir del radio de acción de su descontrolado miembro (su brazo, entendámonos) entonces quedaré peligrosamente adosada al señor “Halitosis” a moco tendido (porque mocos ya ha tendido unos cuantos). Dios! y el hombre ventanilla sin aparecer.

Finalmente he decidido sentarme al lado de la madre y su retoño a pesar de que puede que me arriesgue a quedarme profundamente dormida con el rechinar continuo de sus hierritos dentales.

Entra una señora muy aquejada de varices con una botella de coca-cola de las que ya no se fabrican, de esas de litro de cristal y sin decir ni buenos días se lía a botellazos con “Halitosis”. Esto promete. La mujer de “Parkin”, debido al susto deja un charco en el suelo con el que resbala Chu-Lin al intentar dirigirse al rescate del barrigón atacado. Si sabía artes marciales no va a practicarlas durante una temporadita, porque la caída ha sido espectacular, y la posición en la que ha quedado no se atrevería a pintarlo ni Picasso en sus mejores tiempos. Tres dientes aprovecha la confusión para salir  corriendo con el bolso de la madre que está sentada cerca de mi (y yo preocupada pensando que me iba a quedar frita).  La mujer grita, como no, -¡AL LADRÓN!, y su  hija le repiquetea con su cara avergonzada e incrédula – Mamá quiedes haced el favod, pedo zi ez el bolzo viejo que eztá vacío, qué máz te da?. Al levantarse la niña uno se da cuenta de que no es tan niña, lleva bambas con plataforma y va vestida tipo garrula-moderna, y con el ombliguito al aire y “Parki” ya no controla ninguno de sus miembros (y digo bien, ninguno). Tres dientes el más desgraciado de los hombres, se da de bruces en la puerta con un hombre bajito con unos mofletes rojísimos, por un momento pensé que los tenía rojos del susto o quizás de la caída o de la vergüenza de encontrarse de pronto tan ridículo tirado en el suelo, pero no amigos míos, sus mofletes están rojos porque es el hombre ventanilla, y dado el tiempo transcurrido desde que salió a desayunar deduzco que ha tenido que zamparse unos cuantos bollos y a saber cuantas botellas de vino. Tres dientes desde luego no es un tipo con suerte, sale corriendo con el bolso equivocado y se topa con el hombre ventanilla, aunque no le impide de todos modos darse a la fuga, seguido por madre y niña, “Halitosis” y Variz asesina y por último “Parkin” e Incontinencia. El que no se ha movido un ápice es Chu-lin que el pobre no ha dicho ni Agrrrrrrr (claro que con tantas erres es normal que haya preferido no quejarse). Yo no se qué hacer, aunque no me voy a ir dejando al pobre chino coreano ahí tirado. Todos los empleados de la oficina han salido de sus escondiditos despachos, están petrificados. Les pego un grito que ni me reconozco – QUERÉIS LLAMAR A UNA AMBULANCIA SO INÚTILES!!! QUÉ NO VEIS QUE EL POBRE HOMBRE ESTÁ DESCUAJARINGAO?!!