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martes, 8 de febrero de 2011

Y seguimos para Bingo

Lo bueno de ser un desastre es  que te regala muuucho material para escribir. Lo malo es conseguir mantenerse en los límites de la cordura, pero esa parte me preocupa más bien poco porque paso bastante desapercibida en este mundo de locos.
 Hoy como bajas tenemos: un bol, dos platos, uno de loza y otro infantil,  y dos rollos de papel higiénico flotando en la taza del vater. Hay días que todo pasa demasiado rápido, días que una no está al 100% y que preferiría pasarse el día en la cama.. Pero unos ojitos enormes y sonrientes al otro lado de las barritas de la cuna te recuerdan que eso no va a pasar, que de cama nada morena, que ya puedes poner la leche en el fuego a la de ya! No se porque extraña razón los días que te encuentras fatal ya sea física o psiquicamente tus hijos, que te lo huelen antes de que ni siquiera tu te des cuenta de que tienes un mal día, deciden ayudar para que se convierta en un bonito infierno.
Me levanto con los ojos semi cerrados y los abro al llegar al ventanal del comedor, no me acabo de acostumbrar nunca a los espectaculares amaneceres que se ven desde ese ventanal, y los efectos de luz que se esparcen por toda la casa. Cada día me sorprendo de tanta belleza y cada día doy gracias. Los gritos moderados de la peque me despiertan del momento zen-zacional que estaba viviendo y me voy para la cocina ipso facto a prepararle los cereales. Saco pan del congelador para el bocata de la mayor, pongo la leche al fuego (en un cazo, se entiende, porque la leche directa moja el fogón y ya puedes perder la mañana tratando de encenderlo, ya), voy a por la peque que ya ha subido el volumen de las quejas, la saco de la cuna y la dejo en el suelo, despierto a la mayor, saco el cazo del fuego, pongo la leche en un bol y le añado los cereales. Voy a despertar a la mayor que seguro que vuelve a estar durmiendo, en ese momento oigo el ruido de la primera baja, un bol hecho añicos en el suelo y un bebé riendose en cuclillas y diciendo "Oooh" con las manos alzadas. Me enfado, pero nunca se si ella se entera. Voy a por la escoba, y de camino despierto por tercera vez a la mayor. Recojo los añicos con ciertas dificultades, porque cuesta mucho barrer con un bebé colgando de la escoba, así que la siento en la trona y le doy un juguete que tira al suelo automáticamente, no pasa nada! Le doy las llaves de casa que eso siempre funciona (no por mucho tiempo, pero gano algunos minutos). Acabo de recoger los restos de bol de la cocina y llevo los cereales a la peque... Ya se han enfriado así que vuelvo a la cocina, no sin antes pasar por la habitación a DESPERTAR POR CUARTA VEZ A LA MAYOR!!! Pongo los cereales en otro cazo y a calentar se ha dicho, la peque ya se ha cansado de las llaves (lo notamos por el sonido de llaves que caen al suelo y porque el bebé en cuestión empieza a berrear) ,vuelvo con los cereales calentitos y la peque aplaude. Mientras le doy los cereales, grito dulcemente a la mayor una frase amorosa bastante ininteligible. Milagrosaente la mayor aparece refregándose los ojos todavía en pijama... Acabo de darle la última cucharaditma de cereales a la bebé y me voy corriendo a la cocina a hacer el bocata, y preparar el bol de cereales y el zumo de naranja de la mayor (que me pide que se lo cuele q las cositas le dan asco, yo vuelvo a hablarle dulcemente sobre lo que opino del tema, también bastante ininteligiblemente). En ese momento se oye el sonido estrepitoso de la segunda baja del día: la peque ha lanzado su plato al vacío, posiblemente ha considerado que su mamá se pase 2 minutos hablando con su hermana es demasiado tiempo. Lo que no entiendo es qué material usan para la vajilla de los bebés, se ha roto a la primera caída, menos mal que solo me costó 1 euro en los chinos y no me cabreo, esto no hubiera pasado si lo hubiera comprado en una tienda especializada en puericultura, el plato me hubiera costado 14 euros (si, si me lo ponen muuuy difícil para dejar de comprar en los chinos) y entonces si que me hubiera cabreado, porque el plato se rompe igual. (Si, si, comprobado).
Total, que recojo los pedazos de plato y los tiro a la basura y me veo ahí reflejada, hecha añicos como el plato, y me veo caer en la bolsa de plástico... Y me recompongo al ver que quedan tres minutos para que llegue mi vecina a reclutar a la mayor (que sigue en pijama, quizás sea carnaval y hoy no tiene que vestirse, no se). Voy a mirar en el calendario a ver que día es... El carnaval queda lejos así que le grito (con dulzura, por supuesto) para que espabile porque vamos a salir en el libro Guiness, en tres minutos tiene que vestirse, tomarse el zumo con cositas, los cereales, peinarse (es mil veces más fácil arar un pedregal), guardar el bocata y la botella de agua en la bolsa del cole, y no se si cabe hacer un pipí y lavarse la cara (aunque eso es un decir, se moja la punta de dos deditos y parece  como si se estuviera perfilando los ojos). Mientras tanto yo intento vestir también a la pequeña, hoy tenemos pediatra (no se bien a que vamos...) llamé la semana pasada porque estaba con fiebre y tos, y claro ya se le ha pasado, iremos a saludar, así vemos que cara tiene la pediatra. Llaman a la puerta, será la vecina, Ay madre! Mi hija va a abrir con una pierna aún fuera del pantalón. Decido entrar en acción, Gabinete de Crisis! Dejo a la peque jugando en el comedor con sus juguetes y voy a por el peine, peino a la mayor mientras saludo a la vecina que pone cara de estupefacción (me encanta esa palabra, mira). Se hace harto difícil peinar un pelo impeinable mientras la dueña del pelo se mueve en todas direcciones (claro, tiene que hacer todas esas cosas que aún no ha hecho mientras la peino), y justo cuando estoy a punto de gritarle amablemente para que se esté quieta se oye otro estrepitoso sonido de algo insalvable.... Pero que le pasa hoy?!! El suelo de la cocina está lleno de pedazos de plato, y mi hija lleva una panera en la cabeza y una cara de felicidad que me desmonta por completo. Decido dejar la recogida para después, vuelvo a poner a la bebé rusa en la trona (y en ruso me comunica su desaprovación) y ayudo a la mayor a ponerse la chaqueta, colgarse la bolsa del cole y encontrar la dirección hacia la puerta (tiene tendencia a equivocarse y dirigirse hacia el espejo).
Respiro profundamente... Miro a la peque y sorprendentemente está tranquila en la trona, mirándome,  me regala una dulce sonrisa descontracturante y se me olvida por completo el porque estaba enfadada y tensa (qué tía, no sabe na!).  La saco de la trona y la llevo al lavabo para lavarle la carita y de paso el pelo y todo lo que ha dado de si un plato de cereales, y ya que estamos yo haré un rio (en catalán queda mejor, no?) Y que sorpresón estimados bloggers, por mucho que le doy vueltas al asunto, no se me ocurre cuando narices ha podido tirar esos dos rollos de papel que me encuentro dentro de la taza y que me hacen desistir de la idea de hacer un pipí. es más, paso del pipí, paso de recoger los rollos, paso de los pedazos del suelo de la cocina y paso de todo, nos tenemos que ir al pediatra y hoy quiero ser puntual!
(Quiero que quede constancia de que todo lo que habeis leido hasta ahora han sido solo los primeros 30 minutos del día... incluso yo estoy impresionada, es más al releerlo me ha entrado un cansancio...)
Bien, mi intención ha sido buena y casi consigo llegar a tiempo al pediatra, pero cuando ya estábamos listas en la puerta para salir me he dado cuenta de que me faltaban las llaves, y de repente me ha venido la imagen de mi preciosa bebé jugando con ellas.... Pueden estar en cualquier parte Dios! Aparecen 12 minutos más tarde, después de haber bajado por la escalera de caracol (no se si recodáis que mi hija tiene pasión por esa escalera y le lanza todo tipo de ofrendas), mirado en las basuras (otra pasión que tiene, pero claro si mamá le enseña a tirar su pañal en el cubo de la basura y aplaudir, pues ella que sabe, te tira el móvil y aplaude igual!), debajo de las camas, en la taza del vater( ahí no están, se verían rapidito flotando encima de los rollos de papel), y por fin aparecen dentro de un bol dentro de un armario de la cocina. He tenido suerte podría haber sido mucho más rocambolesco. Lo que me ha  gustado de un día cualquiera, caótico y disfuncional como cualquier otro es llegar tarde al pediatra y que tal como llegas se abra la puerta y digan el nombre de tu niña y pases triunfal delante de todos los que están sentados desde hace una hora esperando su turno y con cara de pocos amigos (desde luego yo ya no voy a ser su amiga después de este desplante)

Los pelos como escarpias, siempre.