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miércoles, 18 de mayo de 2016

Soy el tiempo que me queda.

Estos días ando más en el subsuelo, que en los picos. Estaba ya a nivel del mar (aunque lleve meses sin verlo, estoy a su nivel, si) y lo cierto es que lo echo de menos. Pero ya no estoy ni siquiera ahí, porque estos dias (yo supongo que es cíclico) no consigo salir de las grutas y cavernas donde me metí y ni se cuando, ni porqué. Supongo que los cambios de estación me superan y encima si van acompañados de cambios hormonales, cambios democráticos (que no lo son en absoluto) y cambios de humor (bueno eso va intrínseco en la sección hormonal), cambios de luna, cambios posturales, cambios de estado y sobretodo los cambios climáticos, pues ya ni os cuento.
Estos días la vida me ha inmovilizado con un líquido muy molesto y doloroso en mi rodilla. Cada dos por tres la vida me para a ostias, porque no aprendo a dejar de hacer, dejarme llevar por la corriente, siempre haz, haz, haz. Dejé de escribir, dejé de correr, dejé de ir a mis maravillosas clases de yoga, incluso dejé de beber y lo más triste es que dejé de ir a ver a mi preciado mar ese que siempre sabe susurrarme lo correcto en el momento correcto, y como también dejé de ir a depilarme pues se hace incómodo, (que no imposible, menuda soy yo). Solo me dejé ... más bien.