Empecé a pintar colores sobre el gris de mis experiencias
desde muy pequeña, creo que fue a partir de los ocho años que decidí inventarme
mi vida, pero pudo ser antes porque tengo una gran capa de negro óleo tapando
mi más tierna infancia. Lo de tierna también me lo invento. Como me inventé las
ganas de vivir, como inventé la alegría con fondo triste, como la salsa
agridulce, solo que yo intento solo mostrar el dulce, para reinventarme sin
miserias, porque con miserias, alguien me enseñó que nadie me querría y se me hacía harto difícil
inventarme la compañía. Para esa etapa tan menuda recurro a las fotos. Esas
piezas de museo donde puedo hacer q recuerdo mis gafas de pasta que ahora
serían el último grito. En aquella época los gritos los daban los vecinos
cuando me veían, esas gafas eran más grandes q yo, parecía q llevaba un par de
televisores de 14” (q es lo q yo medía más o menos).
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