Aquel banco. Aquel chico. Aquel día…No te acerques a él me
dijo E. Y yo me acerqué, porque estaba harta de que siempre se quedara ella con
los triunfos. Y perdí otra vez, me acerqué primero y perdí. Se llamaba V. y
antes de que me diera tiempo a suspirar por un beso suyo mis bragas ya rozaban
el suelo y el me tranquilizaba con un “¿no era esto lo q querías?”. Mis lágrimas,
mis por favores y mis confesiones sobre mi virginidad no hicieron mella en él.
Parece ser que cuando una mujer llora y dice por favor es que está disfrutando.
Cuando V. me penetró creí que el dolor se me quedaría pegado
en las entrañas toda la vida. Mis lágrimas rodaban descontroladas, y él me daba
lecciones de amor “Venga dilata y contrae, dilata y contrae!!” Ya desde entonces no miré a Eva Nasarre del mismo modo. Estoy segura de que acabó pronto, pero yo lo
recuerdo como horas de sufrimiento lo q seguro fueron escasos minutos.
Sola en un banco verde con pinceladas rojas de ritual
gitano. Me vi desde el techo como un títere sin cabeza, desolada, descolocada buscándome
excusas para ser feliz. Y al llegar a casa escribí en mi diario de quinceañera (no se porque todo el mundo lo llamaba así, si solo contaba catorce años):
“Ya tengo
novio, ha sido maravilloso”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario